Roma y el Coliseo.

Despertar en Roma

Por fin mi cuerpo pudo descansar un poco y tenía muchas ganas de ver Roma de día e ir al tan esperado Coliseo.
Salté de la cama, me preparé y me dirigí al momento más delicioso del día: ¡comer! Me encanta probar desayunos por ahí, cada uno es tan único que sólo puedo imaginar cómo será antes de llegar a la mesa, pero esta vez el hotel no servía café en sus instalaciones, nos dio un vale y nos fuimos a comer a una cafetería cercana, ¡aún mejor! Probar gratis el café de Roma =p con toda su bollería italiana y su delicioso café (aunque sea importado de Brasil, siempre es mejor). Tomé mi adorado capuchino y un croissant de chocolate aún más sabroso, ¡que se me deshizo en la boca con sólo tocarme los labios! Wow, algo fuera de este mundo, ¡un café perfecto, un chocolate perfecto! ¡Es uno de los mejores desayunos que he tomado nunca!

El scooter

Después de este sueño gastronómico salí corriendo a la caza de la scooter, volvimos a la tienda de la que nos había hablado el camarero y cerramos el trato, pero con sorpresas en tienda, ¡claro! El chico de la tienda nos había dado unos cuantos consejos, como que no se puede acceder a todas las calles en días así, nos habló del tráfico, que es muy loco, y hasta nos dio un mapa, así que teóricamente todo bien.
Salimos y pronto encontramos el Coliseo, hubiera sido fácil si hubiéramos podido parar en cualquier sitio, pero el aparcamiento estaba detrás, acabamos perdiéndonos y alejándonos MUCHO, el mapa no ayudaba en absoluto, ¡era muy confuso al igual que las calles y el tráfico! Después de un rato por fin llegamos al Coliseo, paramos e hicimos cola para entrar, lo único que quería más que nada era entrar y ver el famoso lugar.

El hermoso Coliseo

Me apresuré a hacer cola, que no era pequeña en absoluto, y esperé pacientemente, observando todo a mi alrededor, como de costumbre, momento en el que me topé con un precioso caballo con la cabeza gacha, casi inclinándose hacia mí. Me pareció tan bonito que no tardé ni un segundo en coger mi cámara y ¡hacerle una foto!

 

Segundos después oigo un acento familiar, tres personas delante de mí (dos hermanos y su madre) ¡brasileños! Pronto nos hicimos amigos y la cola se hizo menos pesada, las conversaciones siempre acaban por enfriarlo todo. ¡Entramos en menos tiempo del que esperábamos! Uhull, ¡por fin iba a ver el Coliseo!
¡Qué lugar tan hermoso! Mucha gente dice que no es más que un montón de piedras viejas, pero yo vi tantas cosas allí, siempre con mi manía de querer sentir las cosas, el suelo, las piedras.

¿Sabes todo lo que se ve en las películas antiguas y las cosas relacionadas con el Coliseo, esa magia, la gente gritando, aplaudiendo, viviendo, luchando, etc.? Cuando estás allí y por unos momentos cierras los ojos, puedes intentar vivirlo en tu imaginación casi real, es algo inexplicable, un lugar siniestro y delicioso, con tantas preguntas y respuestas que tu fértil mente llega lejos, al menos la mía lo hizo.

¡Estaba como una tonta mirando todo lo que podía! Imaginando, pensando, fotografiando, filmando, era un sueño, pasa mucha gente, pero ¿realmente están todos allí? ¿Cuántas veces pasas por delante de un lugar pero no le prestas mucha atención? Pues bien, el Coliseo es un lugar donde eso no puede ocurrir, tiene un ambiente mágico y diferente, es tranquilo y emocionante al mismo tiempo, por no hablar de la vista que tenía, un escenario inusual, que dio lugar a hermosas fotografías, el lugar realmente valía los 17 euros que me había gastado.

Por desgracia, me quedaba muy poco tiempo y aún tenía que ver el Foro Romano y el Vaticano, ¡todo en el mismo día! El calor mataba y ni siquiera había comido todavía, así que aproveché los segundos que me quedaban y corrí el maratón de Roma.

¿Volvería? Por supuesto, ¡volveré! Ya está en mi lista de lugares a los que volver, ¿y tú a dónde quieres ir?

Aquí hay un vídeo rápido que muestra un poco de la ciudad.

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