Roma y el viaje a Cruzeiro (2ª parte)

La fortuna ha cambiado

ROMA Y EL CRUCERO

Era mi última noche en Roma y estaba deseando que llegara el crucero.
El viaje hasta ahora había sido muy ajetreado y estresante, así que unos días de relax me vendrían bien. Por no hablar de que me moría de ganas de visitar las playas de Europa, Grecia y Turquía.
Llegó el día, me levanté, me arreglé y me fui a tomar mi último café en Roma, esta vez en otra pastelería, ¡todo precioso y muy rico para variar! ¡¡¡¡Cómo pueden tener un café tan bueno y una bollería tan perfecta!!!! ¡En Roma sí que se come bien!

Alimentada y feliz, cogí mis maletas, corrí hacia el metro y pronto estaba en la estación de tren para ir a Civitavecchia.
Bueno, ir del metro al tren fue muy fácil, pero coger el tren... ¡tuve que esperar mucho tiempo!
Compré el billete y me quedé allí, mirando todas las pantallas, los asientos y los trenes parados. ¿Y ahora qué?
Entonces apareció un ángel y me ayudó en todo. Me acompañó en cada paso, me enseñó y me subió al carruaje.
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Me alegré mucho de la ayuda de la chica y allí vi cuánta gente buena hay todavía. Incluso le ofrecí dinero a cambio, pero me rechazó.
Mi cansancio había desaparecido, mi entusiasmo se había apoderado de mí.

ROMA Y EL CRUCERO

El tren era súper cómodo y pronto llegué a mi destino, pero no sabía cómo ir de la estación de tren al puerto y seguía llena de maletas, al fin y al cabo era un viaje de un mes que variaba entre frío y calor, ¿no?
Miré, miré y vi a un joven, le pregunté cómo llegar al puerto desde allí, tardó unos 3 minutos pensando hasta que me contestó:
Está un poco lejos para ir andando, pero voy en coche y voy a pasar por allí, así que si quieres puedes coger tus maletas y venir conmigo.
Como buen brasileño, sospeché de inmediato, pero hacía horas que había aparecido un ángel, ¿por qué no era otro?Cogí mis cosas y me fui, le ofrecí dinero para gasolina, pero el tipo no lo aceptó e incluso metió y sacó mis maletas del coche, ¡ni siquiera me dejó tocarlas!
Gracias a la ayuda del buen chico y de la chica que me ayudó mucho, conseguí llegar a tiempo al puerto, ¡dos ángeles el mismo día! Y mi felicidad no hizo más que aumentar: es tan bueno poder creer en la gente.
¡¡¡¡Llegué al puerto y era hora de embarcar en el Cruzeiiirrrooooo!!!! ¡¡¡Simbora!!!

ROMA Y EL CRUCERO


*Continue...*

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